Rebuscada tu respuesta tanto como tu cabeza y su otra verdad
Estelas
de su perfume preferido parecían dibujar, llenar y atormentar un ambiente un
poco eufórico, alegre, nervioso que contenía a su vez un poco de tensión.
Mientras ella iba una y otra vez a su tocador y se fijaba que todo esté en su
lugar y peinaba cada onda de su pelo entre castaño y rubio oscuro, su cabeza
estaba llena de suposiciones e idealizaciones que siempre había proyectado y
soñaba que en breve se concretaran.
Y ahí
estaba ella, cualquiera que podía observarla diría que estaba concurriendo a la
cita o encuentro más importante de su vida o por lo menos más importante de ese
momento. Llegó con tiempo de anticipación, quizá algunos minutos o quizá
algunos segundos ya que cuando se puso a pensar cuando tiempo llevaba en esa
esquina, apareció él. Quizá ella esperaba que se haya preparado tanto como ella
lo había hecho, pero sabía que eso no iba a suceder primero porque era hombre y
los hombres no hacían esas cosas y segundo porque él era así, y justamente ese
“ser así” que él tenía era lo que la había llevado a enloquecer, a suspirar, a
que cada vez que leía su nombre se le paralizara cada célula, cada órgano de su
cuerpo, despertándole una sensación latente que cada vez crecía de tamaño y de
intensidad y hasta incluso la había dejado despierta madrugadas enteras.
Era testigo de cómo las sonrisas cómplices, las miradas incómodas y los roces “sin querer queriendo”, invadían la mínima distancia que existía entre ellos dos. Su encuentro fue algo forzado y tensional pero luego que pasaba el tiempo, ellos se encargaban de aprovecharlo y de ocuparlo con abrazos y besos, esos besos que expresaban seguridad, que uno podía asegurar que eran solo de cariño, de compañía. Ellos no me conocían a mí yo tampoco a ellos, pero tenía una sensación que me indicaba familiaridad.
Era testigo de cómo las sonrisas cómplices, las miradas incómodas y los roces “sin querer queriendo”, invadían la mínima distancia que existía entre ellos dos. Su encuentro fue algo forzado y tensional pero luego que pasaba el tiempo, ellos se encargaban de aprovecharlo y de ocuparlo con abrazos y besos, esos besos que expresaban seguridad, que uno podía asegurar que eran solo de cariño, de compañía. Ellos no me conocían a mí yo tampoco a ellos, pero tenía una sensación que me indicaba familiaridad.
Mientras me alejaba de esa
plaza recargada de cursilería, cosa que me cuesta mucho asimilar, intenté
hacerme la filósofa y tratar de analizar lo que mis ojos habían visto tiempo
previo. En una de esas hipótesis se me ocurrió pensar que ella por ahí
pertenecía a esa clase de personas que se encargaba de negar las cosas por
diversión, por miedo o por inseguridad, lo que en mi mundo se denomina
“histeria”, quizá el medio confundido y atormentado frente a su conducta
caprichosa e irritante quiso comportarse de la misma manera para ver qué efecto
despertaba en ella seguro que sin ningún tipo de cambio ya que la histeria es
un círculo vicioso claro. O por ahí ella fue una especie de pieza de su juego,
donde él era el protagonista y mostrándose airoso y como un pibe “inevitable”,
abusa y logra victimizarla haciendo que cree una figura falsa de lo que ellos
tenían. Como no me convenció esa hipótesis, ya que eso no era lo que parecía,
después se me ocurrió pensar que él al ver poca demostración y decisión de parte
de ella (o viceversa), decidió dar un paso hacia atrás pero al ver que su
conexión y su “amor” si se lo pudiera llamar así, eran más fuerte que el
orgullo y la faceta de superioridad, decidió volver a ese juego rutinario,
apostando e incluso rogando para que esa imagen idealizada se concretara en
algún momento.
Y sí es así, yo creo que
pudieron llegar a concretarla, o por ahí no. Nada es objetivo cuando se habla
de amor ni nada es seguro. Esa es la imagen que se mentaliza cuando se escucha
esa palabra repetida y sobreestimada quizá no muy bien utilizada. Pero esa no
es la imagen de amor ligada a la histeria que solo representa desequilibrio y
desencuentro.
Por ahí ella y él fueron
víctimas de ello, por ahí no, no estaba muy segura. Pero sí sabía que yo había
sido víctima. Y él. Los dos. Nosotros. La histeria nos supo seducir.
(hace ya un tiempo http://otravueltaadetuercaa.blogspot.com.ar/2013/05/rebuscada-tu-respuesta-tanto-como-tu.html )
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