Pseudo Catarsis
Es de esos rayes que se le ocurren a alguien porque sí,
porque amo inventarme situaciones cuando me aburro pero nunca pienso en
escribir eso, pero hoy no se por qué tuve ganas de hacerlo.
Que se yo, no soy la típica minita de esas que hacen
cualquier cosa por salvar eso. No soy toda dramática, bueno por ahí un poco
pero me quise salvar esta vez.
Tampoco podría decir “no, la verdad que no me importa”, ni
un “ Me jodió pero estoy bien eh”. No, yo creo que nadie podría decirlo, nadie
que quiso a alguien por lo menos un poquito. Pero ahora que lo pienso soy un
poco de las dos ¿sabés? Soy de esa generación de chicas rosas que aman el drama
reflejado en esa sarta de películas que consumimos todas, con esa discusión
incluída que termina con un beso francés y hasta me animo a mencionar el
maquillaje corrido +100 drama. Hasta te voy a admitir que intenté reproducir eso en mi vida, pero te juro que
con él no me salió. No quería su etiqueta de: “uh esta es una de las boludas,
mejor rajo”. Y te lo vuelvo a decir: no me salió. Lo quería tanto que quería
evitar todo tipo de situación que cambie el hilo de todo. Y yo creo que, además
nos hacíamos los boludos y los “no pasa nada” pero algo entendíamos o intentábamos
entender. Nos hacíamos los que estábamos tan afuera de todo que queríamos
entrar y bué, entrábamos pero salíamos porque sentíamos que eso no era lo
nuestro. Eramos un “cada uno hace lo suyo” pero seguido de un “ché, como que me
aburro un poco y quiero verte” por whatsapp. Sí, así de demandante e
indispensable por lo menos ese día solo, pero que se yo me pone feliz igual.
Obvio que no todo se reducía eso y menos mal que no pasó así. Era el que me
daba una razón para hablar con alguien por la red social que quiera (un detalle
nomás), pero también era él la razón por la cual empecé a reírme más seguido
sin esperar una causa para hacerlo. Y de paso no podía faltar mencionar que
también se me cumplió alguna que otra cosa de esa listita imaginaria que solemos
hacer las mujeres: volví a usar esos cuponcitos para el cine con alguien y
hasta me volví un poco cinéfila, siempre mantuve al pie de la letra el ritual
de perfumarme antes de salir al mismo minuto que me mandaba un mensaje de:
“estoy abajo” hasta el punto de ponerme el perfume hoy y acordarme de las
salidas cuando lo usé y oler en la ropa ese aroma mezclado con mi esencia
personal, bailar como dos inexpertos y porque sí “porque nos pintó bailar a las
2 am, total nadie nos mira o se hacen los que no” al compás de la primera
canción que nos tiraba el aleatorio. Y bueno, algo indispensable para mí: pude
ubicar a alguien en esa lista favorita de canciones indies que hasta me animo a
decir que no hay nadie que pueda ser ubicado ahí, bueno sí, a veces hacía el
esfuerzo. De verdad! Me agotaba escuchar música pensando en la nada, después
cada recuerdo, sensación o hasta él mismo se ubicaban solos.
Pero si vos me preguntás ahora si esto es un “lo extraño y
lo quiero ver” camuflado yo te contesto al toque “ni idea”. Y no, no es para
hacerme la evitadora de preguntas, es que de verdad lo siento así.
Igual, no es querer volver ahora como una forma de seguir,
“olvidémosnos de esa charla inevitable que tuvimos y si querés sigamos hablando
de las cosas que me gustan coleccionar como lo hacíamos esas madrugadas a las 3
am en la puerta de tu casa”. Es querer volver a la charla esa, a bailar Lover’s
spit en medio de la avenida Santa Fé, a cuando hacíamos competencia de quien salta mas charquitos producto de la lluvia y estaba obligada a contestar los "¿Florencia que te pasó que estás empapada?!!" de mi mamá cada vez que volvía a mi casa con cara de horrorizada (hasta extraño eso), a ese beso que me agarró desprevenida
cuando estábamos llevando un debate tenso sobre si creía en las casualidades o
no. Es sentir deseos de volver a ese
momento que ya fue ubicado en el tiempo y vivido, y cuando exista la máquina
del tiempo es a donde primero voy a ir, te juro. No quiero volver porque no
quiero que esos recuerdos cliché queden tapados de lo que intentamos de vuelta
y no salió, parte de mi toc de querer que la última vez de algo sea lo mejor.
Es querer también, que quede todo archivado, prolijito y terminado, feliz y
perfecto pero pensarlo y recordarlo cuando quiera, cuando sea un día de
ausencias y me haga bien volver a sentirlo como la primera vez. Y cuando digo “perfecto”
me refiero a que fue un todo de nada. En medio de algo serio parábamos para
reírnos porque no era lo nuestro, de verdad que bailábamos mal y nos miraban
raro cuando entrábamos a un lugar, nos sentábamos y nos íbamos.
Cualquier crítico de cine podría decir que mi película no es
ni siquiera un tráiler y ni da para un corto, pero tampoco me interesa que sea
otra The Notebook (Igual, es mi película favorita. ¿De quién no?) pero para mí
ganó 5 oscars y una mención en el festival de Cannes.
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