Merlín
Cuando me dispongo a empezar a escribir esta entrada, y a
tipear rápidamente, unas patitas saltarinas se hacen dueñas del teclado como si
él supiera que va a ser el protagonista de este relato.
Con casi 4 meses, consiguió que lo quieran toda su
vida, y ni hablar que apenas comparto con él solo un escaso mes. Es más,
algunas veces me gustaría que sea consciente de lo que es capaz de despertar
con tan sólo acurrucarse a mi lado y con
un maullido.
Siempre sostuve que su pelaje era la mejor forma de
describirlo, Merlín es el Ying y el Yang, su pelaje blanco es la quietud que se
apiada de él mientras duerme y que me
transmite a mí cuando lo observo en ese estado de incosciencia, cuando apoya
sus patitas en mi cara y ni hablar cuando me observa con esos ojos del color
del sol. El manto negro que lo recubre es su lado bullicioso, su
hiperactividad, cuando me despierta a las 7 de la mañana para ganarse mi
atención, hasta sus rasguños que ya son parte de mi piel y llevo con orgullo.
Él es amor.
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