Cromo

Tengo frío. No, no es ese frío que se anuncia y se hace sentir tres meses cada año, ni que se va poniéndote un sweater o una campera súper abrigada, ni ese que te eriza la piel. Este frío llega solo aunque no lo estés esperando y es inmune a los abrigos. Logra traspasar la piel y enfriarla. Y, como es tan egoísta, quiere enfriarte el alma, el cuerpo en su totalidad, la mente, la capacidad de sentir.

Siempre relacioné el frío con quietud, neutralidad y con esa gama de colores magenta que tanto me gustan pero que pocas veces logran transmitirme algo. El frío es un halo de oscuridad, de sombra, de encierro que me deja paralizada. ¿O acaso tenés ganas de moverte cuando la temperatura cae?
Cuando me preguntan cuál es la estación que más me gusta contesto "invierno" sin dudarlo porque la idea de salir como un oso de peluche me divierte. Pero este invierno que habita en mí me inmoviliza, me genera ese vacío lleno de muchos "algos" y baches helados pero que no pueden desquebrajarse aunque tengan ganas. No soy muy partidaria del verano  pero sé que por dentro, me hace mover, me calienta el corazón y motiva ese espíritu ansioso, inquieto, y atolondrado que a veces, me suele volver hasta un poco torpe (pero no importa, es mi verano interior que busca hacerse notar incluso en mis atropellos), es también ese color rojo que grita "SENTIR" con mayúscula y con fuerza como si dieras todo y no te quede más nada y te desangres (pero siempre con intenciones y calidez).

Entonces,creo, que es cuestión de buscarle abrigo a mi alma, o que venga ese frío que no me inmovilice y que SÍ pueda erizarme la piel (aunque me vuelva miserable).

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