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Hoy tampoco

   Todos los viernes la misma historia. Pensar en el Viernes. Esperar el Viernes. Rogar que llegue. Aunque sea recién Lunes. O Miércoles. Los días intermedios siempre fueron un obstáculo a mi ansiedad. A esa ansiedad que se hacía más grande cuando llegaba el día estrella. Porque los Viernes eran un: " ¿y si sí?" "¿Y si era el día?" "¿Y si era el comienzo de algo grande? "'Y si al llegar a mi casa ya no solo volvía con tragos de más en vano?" Esos tragos que tomás después de las 4 am innecesarios, pero necesarios para sentirte en "esa" y que te impulsan a mandarte cagadas que te dan una excusa para volver riéndote a tu casa.    El viernes se convirtió en la razón de mis triunfos, y en la razón de mis noches de mierda. No importa si había tenido problemas en el trabajo, para mí el viernes a la noche iba a conocer al Chino Darín y me iba a llevar a vivir a España. (Lo conocí posta pero no me llevó a España. Bajón). Viviría eternament...

Ni te gastes

    En mi familia siempre fue habitual obsequiar agendas cuando cambia el año (Bah digamos ese número prefijado por la Iglesia católica para marcar el nacimiento de Jesús). En fin, cada uno recibe ese presente. La encargada siempre fue mi mamá, quien con paciencia aborda las librerías los últimos días del caluroso diciembre. Librerías atestadas de gente que, como ella van a comprar calendarios, almanaques, y demás métodos de organización. Mamá me conoce a mí, y a toda mi familia. Nos conoce muy bien. A Pilar, de 92 años le regala una agenda más bien seria, monótona, de colores neutros, esas que solamente tienen el día que le corresponde a cada trazo de hoja cuidadosamente abrochada y sus franjas horarias. Mi madre se auto regala alguna con espiral, quizás con tapa blanda. Ni muy ni tan. Y a mí que tengo dos décadas vividas y dos palitos, alguna de esas agendas de tapa dura, con anillado. Con colores, información acá, allá, un emoji al lado del título (Sí, creeme que tienen tí...

Aujourd'hui plus que jamais

Escribí en el borde del cuaderno de derecho administrativo "Te quiero" pero así como lo escribí pasé la birome azul con fuerza para volverlo ilegible; tanta intensidad puse en esa acción que hasta pensé que también había borroneado esas dos palabras de mi cabeza; o también por sentir culpa de estar escribiendo en el apunte del parcial del Lunes. Dejá. Eso me da igual. Como sino hubiese escrito lo anterior, insisto ahora, en este instante. Redondeo con la birome cada una de las letras que forman "te quiero" me detengo. Ahora sí, me detuve. Insisto para ver si en el preciso momento de escribir esos tres vocablos, el resto de mi pensamiento deja de ser una nube de palabras sueltas y por lo menos perdura en un párrafo. Te quiero. Nos quiero. Me quiero. Sí, en ese orden. Te quiero, y cuando pronuncio mentalmente esas palabras no quiero que suenen ni posesivas ni egoístas. Siempre me intimidó  el decirlo porque vos sos libre, sos muy "hacés lo que se te canta",...

Te llevo para que me lleves.

Siempre me gustó estar arreglada, el ritual de abrir el placard y hacer tintinear las perchas para escuchar el sonido de su contacto, sacar la prenda y dejarla en la cama aunque falten horas para el momento de usarla. Sacar el cofre de maquillaje era incluso mejor. Abrirlo y sentir el olor a base sin usar hace tiempo. Me gustaba ver como con el uso de esos elementos me preparaba para algo grande, para algo que iba a valer la pena. Por eso realmente disfruto ese plomo de mujer, me hacía sentir que podía disfrutar la ocasión incluso antes de que empiece y sentir que duraba más y se extendía en el tiempo. Todo esto terminaba con unos pfs pfs de perfume en el cuello. El perfume que más te gustaba o gusta, bah no sé si el pasado es porque el gusto de un aroma no cambia, o quizás en realidad me refiero a lo que ese aroma te hace sentir o acordarte o viajar solo cuando depositas la nariz en él . Toda esta ceremonia, sabía, no tenía sentido. ¿Para qué? ¿Para qué elegir cuidadosamente la r...

Te quiero linda, libre y loca

Soy mujer. Sí, mujer con ovarios y tetas. No, no pude elegirlo pero te aseguro que lo elegiría más de una vez, aunque tenga que escuchar las barbaridades que le harían a MI cuerpo (sí, mío y de nadie más) aunque tenga que caminar cuadras de más pero no ir por lugares inhóspitos aunque sean las 5 de la tarde y esté volviendo del trabajo. Aunque me digan que provoco y me busco una violación sólo por usar un short, sí pretenden que uses una túnica cuando hace 30 grados porque sino te la buscás vos. Aunque tenga un menor sueldo por igual tarea que un hombre, porque nací así siendo mujer porque nací siendo débil. Aunque tenga que escuchar que otras mujeres, sí con ovarios y tetas me llamen "puta" "zorra" por tener una vida sexual activa. Porque, las "mujeres" no pueden disfrutar de su sexualidad, sólo lo hacen para abastecer al hombre porque claro, ellos sí fueron hechos para eso para estar con mil minas a la vez. Aunque desde tiempos remotos se siga manteniend...

Wonderful

Nunca me sentí tan bien. Me subí. Hacía mucho que no iba a una calesita. Los caballos a medio despintar, la música infantil vieja que nunca actualizaban. Me gustaba. Empezó a girar. Cerré los ojos. Nunca me sentí tan bien. Perdí la noción del tiempo, del espacio. Mi cerebro giraba, mi alma giraba, todo giraba. La sortija, la verdad, no me interesaba. Tenía náuseas, pero también ganas de marearme hasta estar tirada. La música siguió sonando hasta que empezó a cesar. La calesita seguía dando vueltas a medio completar. Me bajé. No veía. Me sentía mal. Muy mal. Yo quería estar ahí arriba, mareada, con los ojos cerrados. Eso de pisar el suelo y hacer una caminata lineal, nunca lo sentí tan mío. Vos, yo. Mambo. Sí. No. Tal vez. Ruido, mareo. Una vuelta. Bah. Una más. Qué linda calesita la nuestra. Nunca me sentí tan bien girando con vos.

m/v

Lo percibí un día de febrero, como así el febrero del año anterior y el anterior del anterior. No sabía por qué siempre sucedía en el segundo mes del año pero sí sabía lo que me pasaba. El clima de estos últimos días parecía estar en sintonía con el estado que transitaba. Me pesaba el alma y mi mente estaba densa arrastrando un séquito de mambos que me hacían tocar fondo. Cuando regresaba a la superficie había sol pero ese sol molesto que te quema ni bien te ve.  Era el mes constante de la densidad y de la levedad que a veces caía por su propio peso. Un peso insoportable. Me pesaba el alma porque eras un recuerdo lleno de ausencias que no era más que la nostalgia de seguir llevándote en ese rincón donde todo era vos y yo.