Historias de no- historias

Crucé la calle mientras mis ojos se clavaban firmemente en una nena que según mi parecer no tenía más de 5 años y quien iba acompañada de un hombre de unos treinta y pico. Los dos pares de ojos rasgados increíblemente idénticos y sus dos narices respingadas me afirmaban que eran padre e hija, bah me parecía que era lo más probable, por ahí era el tío, o el padrastro, o un amigo de la madre. 
Yo trataba de apresurar mi paso porque quería conocer un poco más de ellos, bueno sí soy un poco chusma pero la curiosidad me mata cuando se trata de todos esos diálogos sueltos y personajes curiosos que habitan  la calle. Ah y también soy de esas que aman escuchar charlas ajenas en el bondi. Cuando estuve a no más de un metro de ellos, agudicé el oído. "- Pero mamá sí me dejó ir a la casa de Male, ¿por qué no me dejás ir? Dale no seas malo papá." Sí, acababa de afirmar mi sospecha, ese señor era el padre. Automáticamente saber más datos y más indicios me hizo querer armar mi propia historia, mi novela, como le quieran decir. "Por ahí estaban separados" "Por ahí seguían juntos porque a una nena tan chica esas cosas del divorcio le hacen alto rollo en la cabeza" y demás hipótesis que solo tenían sentido en mi cabeza. Y seguí caminando.

"-Che flaco te dije que no me jodas más, deja de andar persiguiéndome por todos lados, y no te hagas porque vos sabes muy bien de lo que te hablo" decía una mujer de unos veinte. A la vez que hablaba casi a los gritos a través de su celular, daba una pitada atrás de la otra de su cigarrillo con gran nerviosismo. Puedo jurar como más de la mitad de personas que transitaban esa avenida se dieron vuelta para mirarla, con cara de "no grites que a nadie le importa" cuando a mí en realidad sí. Me intrigaba saber de qué se trataba eso de "lo que te hablo" parecía todo tan en código que tenía ganas de descodificar el asunto y ver con claridad de qué se trataba.

Ya casi cuando estaba por llegar a casa, otra situación despertó por tercera vez mi atención: una señora de una melena llena de canas, que demostraban que superaba los 50 años, hablaba sola. Bah eso creí en un primero momento hasta que me dí cuenta que estaba estableciendo una conversación nada más y nada menos que con su mascota, más precisamente un perro de raza caniche. "Ahora llegamos a casa y te doy de comer, no desesperes Simón." Tengo que admitir que esta situación me causó ternura y compasión. Por ahí la señora sufría una enfermedad neurológica y no se daba cuenta que estaba hablando con un animal o simplemente estaba bien lúcida y su mascota era como un amigo de carne y hueso.

Llegué a casa y caí en la cuenta que estuve casi todo el día persiguiéndome con cabos sueltos y asuntos de desconocidos que no me importaban en lo más mínimo. Pero también caí en la cuenta que me había divertido e incluso fue una excusa para zafarme un poco de la realidad y no caminar con los auriculares puestos como siempre lo hice. Y también fue una excusa para jugar a ser la escritora frustrada que deseo ser en algún momento. Nada es en vano

Porque no está mal que terminen las historias mientras haya historias que contar. ¿No?
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