Todo va a caer

Mi nombre es Florencia Romano. Nací el 7 de marzo de 1996 en Buenos Aires. Provengo de una familia tradicional, conservadora y bastante católica. Desde que aprendí a hablar asistí a un colegio religioso. A un Colegio de Monjas. Más precisamente. Hasta mis 15 años me mantuve fiel a ese modelo. La Florencia que había ido a misa todos los domingos, que estaba siempre de punta en blanco. Que usaba ropa de señorita delicada. Y hasta me molestaba cuando las demás no eran así, o no se vestían de la misma forma. 
Mi primer quiebre lo tuve después de haberme confirmado. Fue casi como una revelación. Sentía que algo no estaba bien. No sabia si era yo. O si eran los demás. Todavía sigo descubriendo todos los días de mi vida si creo en Dios. En qué Dios. O en cuantos. No así en la Iglesia (por mí que arda en llamas). Casi por arte de magia ese quiebre facilitó los otros. Supongo que lo que más me hacia ruido era que una parte mía quería cambiar y la otra no. Porque yo me identificaba con mi crianza, con mi forma de ser. Con mi debilidad. Pero a la vez siempre me habían movilizado las causas sociales, la militancia. Las injusticias que tanto me repugnaban. Pero la Florencia superficial, bien vestida, la Florencia que se quedaba siempre al margen de todo y hacía como si las cosas no pasaran, no combinaba. O al menos eso pensaba. Pido perdón por haber tenido el pensamiento mas vacío del mundo. Pero eso va a tener sentido en unos renglones. 
Me sentí desilusionada al principio por no poder respetar o seguir la línea en la que me habían educado. Se sentía como rebelarse injustamente de las personas que te enseñaron a vivir, a ser parte de este mundo. Que te educaron y te dieron todo, como pudieron, como les salió y también un poco por como los habían educado a ellos. Y ese es el punto. Nunca me atreví, ni me atrevo a cuestionar a mi mamá y a su forma de educarme, a criarme. Se que ella no tuvo la culpa de que la eduquen bajo un modelo patriarcal verticalista. Que se reprodujo con sus padres, con ella y conmigo. Aunque bueno, conmigo se resquebrajó. Porque aun sigo quebrándome de a poquito. Ya no con culpa, sino con un poco más de entereza y madurez. Entendí que eso no me convierte en peor hija ni tampoco me aleja de la persona que siempre fui. Aunque suene exagerada, se me infla el pecho de orgullo. Porque sí. Porque es como sentirse parte de algo grande. Algo en lo que hay muchas personas más. Incluso muchos como yo, que de a poco van jugando con otras cartas distintas. Que van dejando todo un modelo pre armado para armar otro con reglas que se ajusten mas a la realidad social que vivimos. Siempre es lindo ser parte de un nuevo orden. Y más si hace unos años jamas me imaginaba escribiendo estas líneas. 

Como dice el Flaco en una de mis canciones preferidas (Sí. Escucho Spinetta desde que me despierto hasta que me duermo aunque una vez me dijeron que pertenecia a ese grupo de gente que jamás lo entenderá) “Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor. Mañana es mejor” Nuestro mañana va a ser mejor que su pasado. Y eso me estalla el corazón. Deconstruir(te) para construir

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