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Merlín

Cuando me dispongo a empezar a escribir esta entrada, y a tipear rápidamente, unas patitas saltarinas se hacen dueñas del teclado como si él supiera que va a ser el protagonista de este relato. Con casi 4 meses, consiguió que lo quieran toda su vida, y ni hablar que apenas comparto con él solo un escaso mes. Es más, algunas veces me gustaría que sea consciente de lo que es capaz de despertar con tan sólo acurrucarse a mi lado  y con un maullido. Siempre sostuve que su pelaje era la mejor forma de describirlo, Merlín es el Ying y el Yang, su pelaje blanco es la quietud que se apiada de él mientras duerme  y que me transmite a mí cuando lo observo en ese estado de incosciencia, cuando apoya sus patitas en mi cara y ni hablar cuando me observa con esos ojos del color del sol. El manto negro que lo recubre es su lado bullicioso, su hiperactividad, cuando me despierta a las 7 de la mañana para ganarse mi atención, hasta sus rasguños que ya son parte de mi piel y llevo con ...

Con la casa en orden

Su boca supo pronunciar y articular más de una vez un “te quiero” que siempre mutaba a un “te amo” acompañados de besos.  Sus brazos supieron abrazar, acariciar y contener. Sus palabras según él, siempre estaban en el tiempo y momento indicado, con la persona indicada. Quizá era por su condición de enamoradizo,  por su capacidad de despertar en el otro lo que él quería sentir y así sentirse satisfecho. Sí, así de egoísta, o también su estado de soledad lo arrastraba a eso. Nunca se permitió dudar de sus sentimientos aunque a veces se le complicaba tratar de descifrarlos, se preocupaba para que sean inalterables, para demostrar que él no era una víctima más del desencuentro ni de la histeria que más de una vez supieron apiadarse de las almas que solo aspiraban a querer y a dar amor. Se creía enamorado de aquellas señoritas que solía atraer, bañadas en vanidad que solo aspiraban a un poco de atención y exposición. Pero él  sólo estaba enamorado de enamorar.

A un desconocido

                                                                                                                                                        Buenos Aires, 14 de Julio de 2014 Querida alma desconocida:                      Desconocer tu identidad no me impidió escribirte esta carta. Es más, a veces creo que hablar en primera persona con alguien a quien no conocés es más fácil y entretenido que hablar con alguien que sabe todo sobre vos. ¿Nunca sentiste que tu presencia en esta vida, tus días, esos recuerdos que nunca más van a volver le pertene...

Gimme Shelter

Todavía recuerdo como ese cielo que pudo ser nuestro techo se oscurecía cada vez con más furia y como fui empapada por esa lluvia molesta que amenaza siempre al mes de octubre. La oscuridad y el clima variable también estuvieron presentes en mí en esa época donde era todo confusión, agonía e inundación. Por momentos estaba quieta, imparcial para luego convertirme en un ser invariable al que nada lo contenta. Vos me decías que eso era porque estaba buscando mi propio sol y mi propia calma. Nunca supe por qué dijiste esas palabras pero siempre fui muy ingenua como para desconfiar de vos. Qué fácil se te hacía domar corazones ajenos incluso a mí, a quien la calma no le parecía una prioridad. Con el pasar de la primavera, la lluvia cesó y también cesó la oscuridad de nuestro cielo. Mi clima interior tardó en aclarar y en cesar pero de ser una tormenta, mi vida se convirtió en un constante día de diciembre. Supiste convertirte en mi propio sol, en mi propia luz. Distante o cerca si...

Uno y uno

- ¿Nunca pensaste que en algún momento te vas a morir?  Su pregunta me sorprendió pero no me dejó perpleja. Lo miré a los ojos a punto de hablar pero me perdí pensando en formular una respuesta. Tenía la mirada perdida como si la pregunta que me hizo se la hubiese hecho a si mismo y no supiera responder. -Sí, lo pensé alguna vez.  Pude contestar, pero mi respuesta no justificaba todo lo que había pensando. La muerte... esa palabra que lleva a pensar que es un lugar, o la representación de un grito ahogado, o que la muerte es el verdadero comienzo de la vida.  Siempre sostuve que tener la muerte asegurada e inevitable hacía pensar a las personas que debían hacer todo lo que querían sin desperdiciar ni un minuto, aprovechar cuanta oportunidad se les presente y eso, de alguna forma alargaba la vida. Siempre fue una excusa para hacer las cosas a tiempo y poder llegar a ejecutar alguna meta o plan sin que sea solo una idea mental.  -Lamentablemente, la muerte nos just...

Me duele sentir.

Me duele sentir. Me produce malestar, me hace sentir incómoda. También me entristece porque me acuerdo de esa época en la que un simple impulso me despertaba por dentro y me producía "algo". Así de indefinido, porque a veces ese "algo" era un llanto, a veces era una risa, a veces era angustia y hasta un poco de vacilación. Sí, me traía mas tristezas que alegrías pero me supo llenar. Me duele sentir porque ya no te siento más, porque ya no me traes ni alegrías ni tristezas, porque ya no me sale llenarme de vos.

Sideral

No tener batería en el celular para escuchar música cuando estoy en el bondi me obliga, por suerte, a despegar los ojos de la pantalla y mirar como las calles son dejadas atrás por la velocidad del transporte. Esto también me obliga a intentar seguir con mis ojos las líneas blancas del asfalto aunque nunca lo logro. No importa, es divertido igual.  Cuando eso deja de ser divertido, trato de cambiar mi forma de ver esos barrios que se me acercan y esas calles que voy atravesando, las miro con otros ojos. Con ojos curiosos y hasta te diría con ojos orgullosos, de verdad que amo Buenos Aires, tanto que amo hacer vida de turista a cada paso que doy. No sé, me considero una observadora y una aspiradora de todo. Hasta lo dejo registrado en esas fotos bien turísticas que más de una vez son males obligados. Sí, me quedo mirando y fotografiando los murales o esos grafittis que, según muchos, "no tienen nada de especial" y "los pintó gente que no tenía nada que hacer". A mí...