S e p t i e m b r e
Naturalmente uno ansía, porque esa es la esencia del ser
humano. Ansiar, querer, esos verbos que transforman un sentimiento en una
ansiedad que no puede ser reprimida. Y cuando esa ansiedad se manifiesta te esmerás
para que todo salga perfecto sin que se te escape nada de las manos. Hasta
incluso mantenés latente esas sensaciones que querés vivir por primera vez o
vivir nuevamente pero de manera diferente.
Eso sentí hace unos días atrás cuando taché los últimos días
del mes e inconscientemente me dí cuenta que empezábamos el noveno mes del año.
Ese mes que yo ansiaba y quería que se haga notar en mí, en el aire, en las
personas. Quería prender el celular y que diga “Primero de Septiembre del 2013”
en la pantalla.
Ni yo encuentro las palabras para describir como toda esa
luz, esa claridad, esa positividad e incluso esa brisa calurosa, se va colando
por la vida misma. Todas las personas se auto convencen para dejar las
preocupaciones que los alarmaban y para cambiar el semblante triste por una
sonrisa plena.
Hay un poder de las cosas y de la vida misma que se entrega
a la bondad y a la claridad del mes, pero también hay algo natural que
demuestra ese cambio intencional. Ese perfume que abunda y se esparce, esa brisa
fresca pero con un poco de calor, hasta incluso recuerdo oler ese aroma a
protector solar tan típico de los últimos meses del año que te hacen sentir la
quemazón de la arena en pleno enero.
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