Un Desequilibrio muy equilibrado y su otra cara.
La cuerda estaba tensa, como si estuviese recién usada. Esta
vez no me caí, ni me golpeé ni me ensucie con pasto, me baje yo sola y apoyé
con fuerza los pies en el piso para afirmar lo irritante que me hacía sentir
seguir intentado algo imposible. Necesitaba la espera del otro lado, o alguien
que emergiera su peso sobre la soga así podía afirmar mejor mis zapatillas en
ese hilo frágil y casi invisible. Necesitaba una mano, una palabra, una sonrisa
de aliento. Todo encajaba con vos y con tu nombre, porque eras el único que
podías lograr ese equilibrio y ese peso que necesitaba. No solo por mí, sino
por vos que también te resignabas en esa cuerda que nos traicionaba a los dos,
que nos hacía caer.
Pero subía primero yo, y después vos. La idea de subirnos los dos juntos nos daba
terror a golpearnos más fuerte que cuando estaba yo sola o vos solo.
Te invito a mi cuerda floja que necesita de tu firmeza para
resistir, de tus pasos para que se acerquen a los míos y así probar esa
victoria que no es victoria sin vos. Te invito a mi desequilibrio que solo puede convertirse
en equilibrio cuando estás vos y todo lo que sos. Te invito a mí, a que
atravieses ese recorrido frágil que nos separa
para sentir que nada me falta. No hay cuerda floja con vos porque no me
permitís caer.
Vení subite conmigo, que si nos caemos, nos caemos los dos.
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