Entradas

Mostrando entradas de junio, 2013

Premoniciones I

Ya son innumerables las veces que me sucede lo mismo, no sé si es casualidad ( creo bastante en el azar y en la suerte, aunque en este caso me gustaría llamarla mala suerte). Últimamente en la etapa de mi vida que estoy transitando tengo que responder bastantes cuestionarios, preguntas, tests y demás. Ya sea por la orientación vocacional y sus preguntas trilladas, o por algún que otro cuestionario rutinario del colegio. Las preguntas son siempre las mismas, ya llega un punto que las respondo en automático, sin pensarlas demasiado. Pero hay una de la que siempre soy víctima, es esa que aunque la responda mil veces me va a inhibir, es esa pregunta inevitable que me lleva a responder lo inevitable. ¿A qué le tenes miedo? Enumero mis miedos ocurrentes, mi gran lista de miedos y por último eso que de tan solo pensarlo se me eriza la piel. Escribo: la muerte.  Mientras escribo y garabateo la hoja pienso o por lo menos trato de entender mi temor y también recuerdo las incontables charlas o

Reflejos colectivos

Y cerré los ojos. Y no pensé en nada más, salvo en el mundo y en las personas que habitan en él. En esas 6.973.738.433 de almas que habitamos este planeta incluida yo. Puede sonar extremadamente trillado pero en ese momento se despertó en mí la curiosidad más típica que pudiese existir, como esas preguntas que me hacía a los 5 años, cuando ingeniosamente trataba de descubrir mi por qué y mi existencia en ese lugar intangible y de misteriosa precedencia llamado Tierra. ¿Cuántas personas están dando sus primeros pasos en la vida? ¿Cuántas personas están dejándola? ¿Cuántas personas están conociendo a ese ser por el que darían más que su vida? ¿Cuántas personas lo están dejando ir aunque estén desgarrados por dentro? ¿Cuántas personas están cantando eufóricamente mi canción favorita? ¿En el mundo habrá alguien que sea como yo, aunque sea del lugar más remoto por conocer? Creo que por más profundidad y explicación científica, filosófica o abstracta, la respuesta se redondea a miles d

Ocho acostado.

Desde chiquita recuerdo mi fascinación por los medios de transportes. Después de varios años todavía me cuesta asimilar el por qué de mi gusto hacia ellos, especialmente mi gusto por los trenes.  Mi conducta caprichosa se hacía presente en el momento en el cual le pedía muy encarecidamente a mi madre que me lleve a la estación mas cercana para poder apreciarlos de cerca. Insisto: algo hacía despertar mi inquieta atención, principalmente las vías. Esas líneas de metal que me encandilaban cuando se iluminaban con el sol. "Nunca se cruzan, las vías son infinitas, siempre." era la respuesta a mi reiterativa pregunta: "¿Es verdad que siempre son paralelas?", aunque asentía y aceptaba esa contestación, podía jurar (y sigo jurando) que en algún momento dejan ese paralelismo y se van acercando, uniendo, y desembocando en nuevas vías. Pero había otras veces que era testigo de como creía que se unían y cuando despegaba mis ojos de ellas, otra vez estaban separadas, enfren

La casualidad de las causalidades

Quizá mi error fue ese, bah y sigue siendo porque desde que tengo uso de memoria fui de la misma manera y no creo cambiar. Quizá mi error es querer y siempre tratar de hacer un esfuerzo para entender algo que simplemente es. Esa necesidad de que todo encaje, de querer tener una razón, un por qué, un para qué, un para que me sirve. De qué si algo es de una forma termine siendo de esa forma y no de otra porque "es así y así tiene que ser." Y........ y si así no tiene y no debe ser?

Si sucede, conviene.

Hoy es uno de esos días. Esos días donde una vez que terminé la rutina me dejo llevar por el momento, por lo que vaya surgiendo. A veces me agarran esos ataques de Micuartoesuncaos y me pongo a ordenar, o sino me doy cuenta que dejé todo para último momento y como si fuera en automático empiezo a hacer todo lo que fui acumulando. Pero hoy no. Hoy no tengo ganas de eso, hoy tengo ganas de hacer otra cosa.  Tengo ganas de revolver el baúl de mi cuarto y recolectar esas cosas viejas que hasta en algún momento parecen olvidadas, como lo son los álbumes de fotos de mi infancia, y hasta mis diarios íntimos donde creo que tengo más que mi vida. Sí, lo admito. De vez en cuando me agarran esos ataques de melancolía, de tristeza, de querer retroceder por lo menos 10 años. Por ahí yo lo idealizo demasiado, quizá. Pero yo se que fui feliz, y las fotos se encargaban de afirmarlo. Como si nunca tuviese que preguntarme un por qué, ni a que se debía esa felicidad. Y creo que así funciona.