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Cromo

Tengo frío. No, no es ese frío que se anuncia y se hace sentir tres meses cada año, ni que se va poniéndote un sweater o una campera súper abrigada, ni ese que te eriza la piel. Este frío llega solo aunque no lo estés esperando y es inmune a los abrigos. Logra traspasar la piel y enfriarla. Y, como es tan egoísta, quiere enfriarte el alma, el cuerpo en su totalidad, la mente, la capacidad de sentir. Siempre relacioné el frío con quietud, neutralidad y con esa gama de colores magenta que tanto me gustan pero que pocas veces logran transmitirme algo. El frío es un halo de oscuridad, de sombra, de encierro que me deja paralizada. ¿O acaso tenés ganas de moverte cuando la temperatura cae? Cuando me preguntan cuál es la estación que más me gusta contesto "invierno" sin dudarlo porque la idea de salir como un oso de peluche me divierte. Pero este invierno que habita en mí me inmoviliza, me genera ese vacío lleno de muchos "algos" y baches helados pero que no pueden des

Merlín

Cuando me dispongo a empezar a escribir esta entrada, y a tipear rápidamente, unas patitas saltarinas se hacen dueñas del teclado como si él supiera que va a ser el protagonista de este relato. Con casi 4 meses, consiguió que lo quieran toda su vida, y ni hablar que apenas comparto con él solo un escaso mes. Es más, algunas veces me gustaría que sea consciente de lo que es capaz de despertar con tan sólo acurrucarse a mi lado  y con un maullido. Siempre sostuve que su pelaje era la mejor forma de describirlo, Merlín es el Ying y el Yang, su pelaje blanco es la quietud que se apiada de él mientras duerme  y que me transmite a mí cuando lo observo en ese estado de incosciencia, cuando apoya sus patitas en mi cara y ni hablar cuando me observa con esos ojos del color del sol. El manto negro que lo recubre es su lado bullicioso, su hiperactividad, cuando me despierta a las 7 de la mañana para ganarse mi atención, hasta sus rasguños que ya son parte de mi piel y llevo con orgullo.

Con la casa en orden

Su boca supo pronunciar y articular más de una vez un “te quiero” que siempre mutaba a un “te amo” acompañados de besos.  Sus brazos supieron abrazar, acariciar y contener. Sus palabras según él, siempre estaban en el tiempo y momento indicado, con la persona indicada. Quizá era por su condición de enamoradizo,  por su capacidad de despertar en el otro lo que él quería sentir y así sentirse satisfecho. Sí, así de egoísta, o también su estado de soledad lo arrastraba a eso. Nunca se permitió dudar de sus sentimientos aunque a veces se le complicaba tratar de descifrarlos, se preocupaba para que sean inalterables, para demostrar que él no era una víctima más del desencuentro ni de la histeria que más de una vez supieron apiadarse de las almas que solo aspiraban a querer y a dar amor. Se creía enamorado de aquellas señoritas que solía atraer, bañadas en vanidad que solo aspiraban a un poco de atención y exposición. Pero él  sólo estaba enamorado de enamorar.

A un desconocido

                                                                                                                                                        Buenos Aires, 14 de Julio de 2014 Querida alma desconocida:                      Desconocer tu identidad no me impidió escribirte esta carta. Es más, a veces creo que hablar en primera persona con alguien a quien no conocés es más fácil y entretenido que hablar con alguien que sabe todo sobre vos. ¿Nunca sentiste que tu presencia en esta vida, tus días, esos recuerdos que nunca más van a volver le pertenecen a alguien más? ¿Que todo aquello que fuiste viviendo sólo fue tuyo en ese instante que la vida o Dios (si creés) te lo puso adelante? ¿Que ese abrazo que diste o ese viaje que hiciste hace ya tiempo se desprenden de vos y se van perdiendo a lo lejos y otro alguien los posee? Siempre le tuve miedo al pasado: tiene esa habilidad de confundirte, de hacerte dudar entre aquello que sí pasó y entre lo que te hubiese gustado que fue

Gimme Shelter

Todavía recuerdo como ese cielo que pudo ser nuestro techo se oscurecía cada vez con más furia y como fui empapada por esa lluvia molesta que amenaza siempre al mes de octubre. La oscuridad y el clima variable también estuvieron presentes en mí en esa época donde era todo confusión, agonía e inundación. Por momentos estaba quieta, imparcial para luego convertirme en un ser invariable al que nada lo contenta. Vos me decías que eso era porque estaba buscando mi propio sol y mi propia calma. Nunca supe por qué dijiste esas palabras pero siempre fui muy ingenua como para desconfiar de vos. Qué fácil se te hacía domar corazones ajenos incluso a mí, a quien la calma no le parecía una prioridad. Con el pasar de la primavera, la lluvia cesó y también cesó la oscuridad de nuestro cielo. Mi clima interior tardó en aclarar y en cesar pero de ser una tormenta, mi vida se convirtió en un constante día de diciembre. Supiste convertirte en mi propio sol, en mi propia luz. Distante o cerca si

Uno y uno

- ¿Nunca pensaste que en algún momento te vas a morir?  Su pregunta me sorprendió pero no me dejó perpleja. Lo miré a los ojos a punto de hablar pero me perdí pensando en formular una respuesta. Tenía la mirada perdida como si la pregunta que me hizo se la hubiese hecho a si mismo y no supiera responder. -Sí, lo pensé alguna vez.  Pude contestar, pero mi respuesta no justificaba todo lo que había pensando. La muerte... esa palabra que lleva a pensar que es un lugar, o la representación de un grito ahogado, o que la muerte es el verdadero comienzo de la vida.  Siempre sostuve que tener la muerte asegurada e inevitable hacía pensar a las personas que debían hacer todo lo que querían sin desperdiciar ni un minuto, aprovechar cuanta oportunidad se les presente y eso, de alguna forma alargaba la vida. Siempre fue una excusa para hacer las cosas a tiempo y poder llegar a ejecutar alguna meta o plan sin que sea solo una idea mental.  -Lamentablemente, la muerte nos justifica la vida. Pero

Me duele sentir.

Me duele sentir. Me produce malestar, me hace sentir incómoda. También me entristece porque me acuerdo de esa época en la que un simple impulso me despertaba por dentro y me producía "algo". Así de indefinido, porque a veces ese "algo" era un llanto, a veces era una risa, a veces era angustia y hasta un poco de vacilación. Sí, me traía mas tristezas que alegrías pero me supo llenar. Me duele sentir porque ya no te siento más, porque ya no me traes ni alegrías ni tristezas, porque ya no me sale llenarme de vos.

Sideral

No tener batería en el celular para escuchar música cuando estoy en el bondi me obliga, por suerte, a despegar los ojos de la pantalla y mirar como las calles son dejadas atrás por la velocidad del transporte. Esto también me obliga a intentar seguir con mis ojos las líneas blancas del asfalto aunque nunca lo logro. No importa, es divertido igual.  Cuando eso deja de ser divertido, trato de cambiar mi forma de ver esos barrios que se me acercan y esas calles que voy atravesando, las miro con otros ojos. Con ojos curiosos y hasta te diría con ojos orgullosos, de verdad que amo Buenos Aires, tanto que amo hacer vida de turista a cada paso que doy. No sé, me considero una observadora y una aspiradora de todo. Hasta lo dejo registrado en esas fotos bien turísticas que más de una vez son males obligados. Sí, me quedo mirando y fotografiando los murales o esos grafittis que, según muchos, "no tienen nada de especial" y "los pintó gente que no tenía nada que hacer". A mí

Laberinto

Me quedo con el consuelo de saber que en todo lo que sos, hay una parte de mí. Que mis fantasmas miran a través de tus ojos y dicen tus mismas palabras y quizás hasta te traen a la mente esos sentimientos que elegís revivir a través de tu memoria o te recuerdan las razones por las cuales deberías olvidarlos. Lo mismo me pasa a mí. Tus fantasmas permanecen conmigo en el eco de mis risas, en mi canción favorita, en la esencia del perfume que usabas que para mí es tu perfume y el de nadie más.  Por ahí es una venganza del destino que nunca nos tuvo muy en cuenta, pero me animo a decir que es una venganza dulce porque me permite llevarte a todos lados conmigo. Y me permite a mí estar presente en eso que fuiste. En eso que alguna vez pudimos ser.

Pseudo Catarsis

Es de esos rayes que se le ocurren a alguien porque sí, porque amo inventarme situaciones cuando me aburro pero nunca pienso en escribir eso, pero hoy no se por qué tuve ganas de hacerlo. Que se yo, no soy la típica minita de esas que hacen cualquier cosa por salvar eso. No soy toda dramática, bueno por ahí un poco pero me quise salvar esta vez. Tampoco podría decir “no, la verdad que no me importa”, ni un “ Me jodió pero estoy bien eh”. No, yo creo que nadie podría decirlo, nadie que quiso a alguien por lo menos un poquito. Pero ahora que lo pienso soy un poco de las dos ¿sabés? Soy de esa generación de chicas rosas que aman el drama reflejado en esa sarta de películas que consumimos todas, con esa discusión incluída que termina con un beso francés y hasta me animo a mencionar el maquillaje corrido +100 drama. Hasta te voy a admitir que intenté  reproducir eso en mi vida, pero te juro que con él no me salió. No quería su etiqueta de: “uh esta es una de las boludas, mejor rajo”.

Rojo

Y sé que es mejor así. Que a veces es mejor quedarse con la duda y evitar preguntarse por qué no fue. No, tampoco lo arreglo con un "todo pasa por algo", no me tranquiliza para nada saber que un desliz impreciso cambia la causa de las cosas. Dejá, yo me entiendo. Fue por vos y también por mí, inconscientemente. Me quedo con ese vos que no cambia ni muta. Ese vos que supo perdurar y quedarse estable en ese pedazo de tiempo tuyo y mío. Demás está decir que extraño también ese otro vos que muta, cambia y ahora siente, besa y abraza aunque le tenga un poco de envidia y hasta me animo a decir que le tengo desprecio por ser tan libre y espontáneo como vos solo podés lograr. Igual, no te preocupes. Seguís presente en esa estrofa de canción que un día pude sentir. Y cómo la sentí!

Agridulce

Vive su vida y colecciona momentos.  Los aprecia y los conserva (rutinariamente, pero siempre consciente) a todos en su caja de recuerdos. Esa caja de recuerdos que los contiene a todos con la esencia viva de cada uno de ellos, el primer contacto con la arena cálida que enterraba sus pies cada vez más en esas vacaciones con sus amigas a la costa donde la adrenalina se encargaba de erizar su piel esos 7 días, la euforia mezclada con la emoción y el sabor de sus lagrimas surcadas en su mejilla durante la ceremonia de su egreso. Hasta esos que ella misma se encarga de afirmar como sus recuerdos “menos precisos”. Pero yo fui consciente y víctima de cómo se quería mentir así misma, quizá para que nadie observe su secreta habilidad para hacerlos revivir hasta el punto de poder aspirar, sentir y oler nuevamente el perfume de su cuello mientras lo besaba, sentir por segunda vez (y las veces que ella más quisiera) el tacto suave de la yema de sus dedos con su pelo. Sabe congelar las risas, par

Ecos de una nostalgia pasada.

Escucho nuestra canción en la radio y automáticamente me pongo a tararearla, a revivir las tardes cuando nos la pasábamos hablando de esa letra o de esa banda. Soportando la sensación de recordarte con cada acorde, con cada melodía con cada verso nuevo. Sintiendo la necesidad de cambiar de estación pero con la necesidad de seguir pensándote. Huelo tu perfume en el aire, en cada rincón hasta se lo huelo a toda persona que pase por la calle. Ese perfume que se hacía sentir cuando te abrazaba y me apretabas hacia vos. Ese perfume que me quedó registrado en mi memoria olfativa e intento volver a oler, a sentir, que solo me lleva a vos sin importar que todos lo lleven puesto en su piel. Esa esquina de nuestro barrio que nunca va a ser igual, aunque muchas parejas diariamente la ocupen para demostrar su amor o para ese último beso antes de que venga el bondi. Esa esquina que inconscientemente tiene nuestro nombre aunque nadie más lo note,  que contiene todo incluso ese “todo” que noso