Estoy bien mal

     Había pasado tanto tiempo que no recordaba cuando fue la última vez que me habían abrazado con tanta fuerza. Tus brazos me rodearon con firmeza pero con la mayor de las delicadez. Hacía mucho que te esperaba, pero no te vi venir. La vida se encargó de que te viera por primera vez cuando ya estabas casi en mi nariz. Llegaste y te quedaste. Por primera vez. Por primera vez no fui víctima de excusas y mambos ajenos, fantasmas de alguien más. Por primera vez no me pusieron a prueba. Ahí estabas en frente mío. Y te quedaste. Sin dubitar. Sin esperar mi aprobación. Pero yo no estaba ahí. ¿Y sabés que es lo peor? Que era capaz de morir por respirar los mismos besos que vos. Por compartirte mi universo del que tanto me avergüenzo. Pero no me salió. Y no me sale. Todavía me acuerdo las palabras exactas saliendo de tu boca: "Es tan simple como dejarse querer". Yo no sabía que decirte ¿Te acordás? Justo a mí me dijiste que eso. Que la calma nunca me pareció una prioridad y menos en cuestiones de amor. Lo simple era vivir en el vaivén de una eterna tormenta. Era esperar que el otro esté siempre a punto de irse y que luego me desconcierte con su pronto regreso y así hasta perder la memoria de la última vez. Era sentir el inconformismo de que nunca nada es suficiente. O que uno mismo no lo es. Lo simple era la incertidumbre. La no correspondencia. ¿Qué se sentirá saber que no te vas a ir de al lado mío? ¿Cómo disfrutarte? Nunca supe quedarme quieta. Nunca supe estar. Nunca supe querer bien. Corrección. Nunca sue lo que es que me quieran bien. 
    
      No tengo pruebas ni tampoco dudas: Si te dejo ir, me voy a arrepentir. ¿Cómo no arrepentirme? Si por lejos fuiste lo más simple que me pasó. Si por lejos fuiste lo más cerca que estuve del amor. Qué gila me siento por dejarte ir. La calma me quema por dentro. Mientras exhibo orgullosa las dagas clavadas en mi pecho. Igual vos no te preocupes, vos hiciste todo bien. La gila siempre seré yo. Te merecés a alguien mejor. Te merecés que te devuelvan todo ese amor que te tenés y que das con toda la magia del mundo. Por mi no te preocupes, por suerte antes de irte me regalaste un par de besos que ya guardé por ahí. Y te doy las gracias, por suerte sé lo que es que me quieran bien. Ahora solo queda quererme bien a mí. 

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